Los valores son atemporales y están profundamente arraigados en la sociedad. ¿Pero, qué es eso de todas formas?
Los valores en la sociedad actual son: respeto, justicia, responsabilidad, empatía, gratitud, amistad, confianza, autenticidad, tolerancia, solidaridad, etc. Ahora, ¿cómo transmito exactamente estos valores a los niños?
Los niños aprenden desde muy pequeños observando a los adultos y ésta es la base de la educación en valores. Un niño que observa cómo los adultos a su alrededor se agreden, no entenderá por qué no se le permite gritar o golpear a los compañeros de juego. Cuanto más jóvenes son los niños, más se basa la comunicación en el lenguaje no verbal, y más debemos ser conscientes de nuestra función como modelo a seguir. Situaciones cotidianas simples como ayudar a vestirse, consolar y acurrucar al niño cuando se ha hecho daño, tratar de resolver una discusión, etc., ayudan a que los niños aprendan, inconscientemente, a interiorizar valores.
En cada una de nuestras expresiones, verbales y no verbales, hay evaluaciones que se transfieren a nuestros hijos. Por lo tanto, es muy importante que seamos siempre conscientes de esto, y que tratemos de expresar nuestra ira o rabia de la manera más imparcial posible. Por ejemplo, explicando: "Estoy enojado con la otra persona. ¡Su comportamiento es lo que me hace sentir este sentimiento de enfado en mi interior!"
Nuestro lenguaje corporal es también una señal importante para la educación en valores. Es importante que nos volvamos hacia los niños cuando les hablemos, mantengamos el contacto visual, nos concentremos en la conversación y hagamos a un lado cualquier otra cosa y/o distractor.
El estrés de la vida cotidiana no excusa el hecho de que comamos de pie, y luego pedir a los niños que se sienten cuando estén comiendo.
También es muy importante que hablemos con los niños.
La comunicación apropiada es el principio y el fin de una crianza apreciativa. Por ejemplo: cuando vemos que un niño tiene que sonarse la nariz, ¿qué podemos hacer? Vamos al niño y le decimos: "Mira, puedo ver que tu nariz está goteando. Te he traído un pañuelo… ¿quieres limpiarte tú la nariz o puedo ayudarte?". Con los niños más pequeños también puedes decir: "Veo que te gotea la nariz y te he traído un pañuelo. Te ayudaré a limpiarte la nariz ahora, ¿de acuerdo?". De esta manera, le indicamos al niño que está involucrado a través de acciones que afectan su cuerpo y que nosotros, como adultos, no nos colocamos por encima del niño y ejercemos un poder como "el más grande" y "el más fuerte".
Al final es muy importante que siempre reflejemos nuestras acciones. ¿Podemos mantener las reglas que definimos para los niños nosotros mismos? En caso de que un niño se sienta tratado injustamente, debemos analizar por qué. ¿Será que este sentimiento surgió de mi comportamiento?
También es muy importante que reflexionemos junto con los niños y hablemos de las contradicciones. Si hemos cometido un error, debemos disculparnos. Equivocarse es de humanos y sólo así los niños aprenden que todos cometemos errores y que cometer un error no es tan malo si puedes admitirlo y disculparte. Si somos conscientes de esto una y otra vez, juntos conseguiremos educar a los niños de forma asertiva y podremos transmitir efectivamente los valores.
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